
Lo que me dijo después no pude retenerlo porque en mi cabeza quedó solamente esa frase. Vos sentís demasiado.
Agregó que no solamente con los demás, contigo también. Sentís con todo, me dijo.
Si, respondí. Lo sé. Y recordaba con su voz de fondo – que ya era un murmullo – a mi maestra Gladys, la de cuarto año de escuela cuando le dijo a mi mamá: “ella va a sufrir más que el resto, siente mucho”. Me sentenció.
A veces no sé bien cómo se manejarlo. Siento, Amo, me enojo, lloro. Intensa. Si.
A veces solo pido silencio para procesar.
A veces soledad. Otras oscuridad. El ruido fuerte, las multitudes y mucha luz me confunden. La oscuridad también.
Habemos un montón así, lo sé. Los he visto, los he sentido. Se han acercado, han huido. Somos muches. Sentimos lo que el otre siente, sentimos por lo que se fue, por las cagadas que nos pudimos mandar, por las rabias que preferimos callar. Hoy me enojo mucho más. Siento, luego existo. Después de putear un rato también.
Vos sentís demasiado me dijo. Acostumbrades a la rapidez emocional, a la era donde el amor ha pasado de moda y solamente se anhela la individualidad. Nos educaron secándonos las lágrimas haciéndonos levantar rápido de cualquier caída porque “no es para tanto”, porque no pasó nada, porque olvidate del dolor, mira para adelante y sonreí y si sos hombre hasta tal vez te tuviste que tragar tus lagrimas y tus emociones porque sentir no es de “varón”. Y así andamos con dolor de pecho, de espalda, tratando de camuflar tristezas, haciendo sin parar, hiperproduciendo como si se pudiera solapar alguna emoción.
Ojalá al menos podamos expresar, hacer arte, transmitir, gritar, llorar de risa, de emoción, bailar, abrazar al grito de dale llorá, escribir, amar.
No sé, me dijo eso y me quedé pensando. Porque ando profunda yokesé. Y aún queda un montón, pero yo prefiero sentir.